martes, 25 de agosto de 2009

Entre sueños

Desabotonas mi blusa lentamente, al mismo tiempo pero algunos instantes después, cae tu camisa de su sitio; la ropa de ambos queda en el suelo y nos entregamos a la pasión.

Aún medio dormida veo las imágenes entre cortadas de nuestro encuentro. Para mi desgracia, me doy cuenta una vez más de que estoy sola, no dejo que esto me abata, y con los ojos cerrados recuerdo mi sueño hasta llegar al orgasmo.

Llego al trabajo y sólo te busco con la mirada, al verte, simplemente, recuerdo.

Un deseo constante es el que me inunda, unas ganas enormes de tenerte en mis brazos, de ser tuya una y otra vez, de que seas solamente mío.
Lástima que ni siquiera sabes de mi existencia.

Con unas pocas lágrimas en los ojos trato de pensar en lo que me gustaría que fuera, al menos creo que me gustaría; después de todo no hay mejor partido para mí que tú.

Quisiera que tan solo voltearas a verme, que supieras de mí. Si pudiera hacer algo te juro que lo haría.

La noche pensando en el día siguiente fue interminable, apenas dos horas de sueño pude tener, pero por fin la decisión está en mi cabeza, hoy será el día.

Entras a tu oficina sin mirar a nadie, mis ojos te siguen vigilantes hasta que cierras la puerta.

Silenciosamente sigo tus pasos y entro a donde te encuentras

-Buenos días jefe, desde hace tiempo estoy enamorada de usted.

Disparo a mi cabeza con el arma que nunca creí usar.

Te quedas atónito y sin saber que hacer.

¡Lo conseguí, me viste, te fijaste en mí... ya sabes quién soy!

lunes, 24 de agosto de 2009

"La Despedida"

Este es un pequeño fragmento de un capitulo del libro "La Despedida" de Milan Kundera. Desde que lo comenzé a leer me atrapó, cuando llegué al final de esta parte comprendí por qué.

Ruzena ve las varices en sus muslos. Cuando se inclinó sobre ella, advirtió que sus cabellos canos y ondulados eran escasos y que por debajo se veía la piel.

Sí, Berlef era un cincuentón, un poco barrigudo incluso, pero a Ruzena no le importa. Al contrario, su edad ilumina con radiante luz la juventud de ella, hasta ahora gris e inexpresiva, de modo que se siente llena de vida, siente que está al comienzo mismo de su camino.

En su presencia, descubre de pronto que aún será joven durante mucho tiempo, que no tiene por qué darse prisa ni temer el tiempo. Berlef vuelve a sentarse junto a ella, la acaricia y ella tiene la sensación de que, no sólo está escondida en el tranquilizador roce de sus dedos, sino que también en el consolador regazo de sus años.

Y luego, de repente se pierde, atraviesan por su cabeza las confusas imágenes del primer intento de sueño. Vuelve a despertarse y le parece que toda la habitación está inundada por una extraña luz azul. ¿Qué extraña radiación es esa que nunca ha visto? ¿Acaso ha descendido la luna hasta aquí, envuelta en un manto azulado? ¿O sueña con los ojos abiertos?

Berlef le sonríe, y sigue acariciándole la cara.

Y ella cierra ahora ya definitivamente los ojos llevada por el sueño.

martes, 18 de agosto de 2009

Adiós

Hoy me despido de ti.

Finalmente tomo la decisión de dejarte ir, de liberarme de ti.

Gracias por todo: tiempo, paciencia, alegría, atención, sinceridad y cariño.

El tiempo que compartimos fue gratificante, como hace mucho no había vivido.

Si algo tienes que reclamarme es simplemente el hecho de que me despida ahora; pero jamás podrás decir nada de que siga con mi vida.

Continúa viviendo, no te fijes en un hecho, que yo, seguiré en lo mío.

viernes, 14 de agosto de 2009

No es tan malo

En el momento en que toco el timbre de tu casa aun tengo dudas sobre lo que estoy haciendo; como siempre, me recibes con una sonrisa que me incita a pensar muchas cosas, tu mirada me recorre como tantas veces antes.

Tus labios me gritan con locura que te bese y los míos me piden que cumpla tu insistente solicitud.

El beso que nos damos como saludo es lento, suave, sublime, tanto que nos permite oler el perfume de nuestros cuerpos cuando estamos juntos.

Después de un pequeño silencio, llega la pregunta obligada -¿cómo estás, que se te ofrece?-, en ese instante hago lo que estuve pensando todo el día: te beso, de forma tan apasionada que casi me quedo sin aliento; tú tienes la misma reacción que yo, pero sólo hay que agregar la sorpresa a tu rostro; después de recuperar el aliento perdido hace un momento, me miras y la lascivia que hay en tus ojos me remiten a la idea de que mi actitud fue la correcta, de que el asombro te va bien y de que mis pensamientos son acertados. Me besas con la misma pasión que yo lo hice, nos entregamos por completo a las sensaciones y dejamos que el tiempo pase mientras nuestras bocas se unen una y otra vez.

Terminado este momento de pasión inesperada para ambos, nuestras miradas se encuentran una vez más como tratando de adivinar lo que piensa el otro, sé lo que piensas: que subamos inmediatamente a tu habitación

Como siempre lo haces me preguntas qué es lo que deseo hacer, y siguiéndote el juego que se repite siempre te contesto -¿qué te parece si vamos a tu cuarto a platicar?-, a sabiendas de lo que pasará después, me respondes como tantas otras veces –claro, si quieres-.

En los breves instantes que pasan mientras nos dirigimos a tu habitación, el silencio reina en nosotros, pero él deja que nuestras mentes imaginen, cada una a su modo, como será el encuentro que está a punto de suceder. Con la caballerosidad característica, abres la puerta y me dejas entrar para cerrar la puerta con seguro después de ti; me subo en tu cama y me siento como siempre, con la mano izquierda te hago la seña para que te acomodes a mi lado, en el instante respondes a mi petición sin dejar de verme a los ojos; -y bien, ¿de qué platicamos?- te pregunté, -de lo que quieras- respondiste, -ok, ¿cómo te fue hoy?- fue la pregunta que inició una charla sin importancia que terminó cuando, al parecer por accidente, colocaste tu mano en mi pierna y comenzaste a subir lentamente; al ver la excitación que te causaba, te besé como antes, el beso duró lo suficiente para permitir que mi mano llegara a tu entrepierna.

Con la respiración de ambos agitada como nunca, nos desprendimos de la ropa prenda por prenda, lentamente para dejar que creciera la excitación; al verte desnudo simplemente vi tu miembro erecto y tú captaste de inmediato la insinuación que de mis ojos brotaba; mientras tomaba tu órgano tu introducías tus dedos en mi; ambos nos entregamos a la excitación y al calor que cada vez subía más en la habitación.

Recorrí tu pecho con mis manos hasta quedar hincada delante de ti para depositar tu virilidad en mi boca, tal y como te gusta que lo haga, escuchar el placer que te producía me incitaba a hacerlo con más fuerza para llevarte al máximo; me tomaste de las manos para llevarme a la cama y después de ponerte encima de mí, me penetraste con tanta fuerza y violencia que solo pude gritar por placer sentido.

Las embestidas que me propinabas una y otra vez me producían un placer cada segundo más grande, mis ojos permanecían cerrados por la fuerza que sentía en mí; el silencio fue buen mensajero de la sensación que me recorría, uno que otro gemido emanaba de mí, éstos te excitaban aun más.

La forma en que repetías mi nombre, con esa voz casi inaudible y seductora, me envolvió en el placer, me sentí cada vez más fuera de mí y sólo gritaba una y otra vez hasta no poder más, hasta sentir que el fuego dentro de mi cuerpo estaba a punto de salir.

Algunos minutos de acción ininterrumpida fueron la comprobación de la compatibilidad con la que contamos en la cama, recorrí tu cuerpo con mis manos, mientras las tuyas se aferraban a mis senos; el movimiento rítmico con el que nos conducíamos incrementaba su intensidad, hasta que con un grito de ambos el éxtasis se hizo presente, y el orgasmo característico nos envolvió a los dos.

Tan cansados que apenas podíamos movernos, así fue como terminamos después de los exhaustivos momentos que acabábamos de vivir; para recuperar fuerzas, dormimos abrasados unos minutos, después de los cuales te dije –es hora de irme, la próxima es en mi casa-, a lo que simplemente respondiste –como prefieras, hasta la próxima-.

Tomé mis cosas y me vestí rápidamente, cerré la puerta de tu cuarto y me dirigí a mi casa; con los recuerdos y tu aroma aun reciente, caminé tratando de imaginar el siguiente encuentro, mientras pensaba profundamente, me tomaste del brazo y dijiste a mi oído -¿porqué no vamos a tu casa ahora, o tienes algo mejor que hacer?-, como respuesta te di mi mano y continuamos el camino, después de todo, el fingir que a veces somos una pareja no es tan malo como pensé.

sábado, 8 de agosto de 2009

¡Gracias!

Por increíble que parezca, la realidad ha superado a la ficción, finalmente los sueños que creí nunca se iban a lograr lo han hecho, aunque pareciera imposible nuestras almas se han conectado al igual que nuestros cuerpos.

Al fin nuestra participación en lo que parecía incoherente ha tenido frutos.

Demos gracias a la paciencia y a la locura que nos caracteriza de que esto haya pasado, agradezcamos a la serenidad con la que vivimos pues nos permitió llegar a este momento.

Dejemos de lado las dudas e incertidumbres, después de todo, si tienen alguna respuesta en algún momento llegará a nosotros.

Pasemos inadvertidos por el mundo, y si en alguna ocasión los demás notan nuestra presencia, no dejemos de lado el lazo que nos une.

Carezcamos de prejuicios y problemas, pues ellos no nos dejan nada, si los necesitamos después, dejemos que aparezcan en ese momento.

Una vez más, gracias por todo, por permitirme estar a tu lado, por estar a lado mío, por devolverme la esperanza en lo que creí perdido, por aceptar compartir tu vida conmigo, por pedirme que comparta mi vida contigo.

jueves, 6 de agosto de 2009

El Nombre de la Rosa


Después de leer algo tan impresionante como "El Nombre de la Rosa", el mundo se ve de diferente color, la perspectiva cambia, la imaginación divaga y las ganas de continuar leyendo son impresionantes.

Lo que escribo no tiene mucho sentido, lo sé, pero este fue uno de los libros que ha sido un verdadero gusto leer, además con esta imagen me acuerdo de él.

miércoles, 5 de agosto de 2009

- Ya no te amo.

- Lo dijiste antes, ¿para qué lo repites ahora?

- Porque antes lo decía para convencerme, ahora lo digo para reafirmarlo; para darme cuenta de que el dolor que me producía el decirlo ya no está, para sentir la satisfacción de lo que creía imposible, para saber que la próxima vez que te vea a los ojos lo haré con un poco de indiferencia, como jamás creí poder hacerlo.

- ¿Así que ahora si es verdad?

- Si.

- Bien, pues adiós, ojala algún día puedas amar a alguien.

- Tal vez lo haga, afortunadamente no serás tú.