El día acordado fue el siguiente miércoles a las cinco de la tarde, y para no involucrar a otros, lo haríamos nosotros mismos; esa decisión fue difícil pero croe que la más apropiada debido a la confidencialidad que pretendíamos guardar.
El prepararme psicológicamente para lo que sucedería enseguida fue la peor parte de todo; confiaba enormemente en ti pero no en tus instintos un tanto asesinos que pude presenciar algunas ocasiones, los cuales no puedes esconder aunque pretendas hacerlo.
Todo el lugar fue preparado como una clínica especializada en ese tipo de operaciones, la sensación de estar en un sueño me invadió lenta y sigilosamente, mientras tú, mi único contacto con la realidad, te preparabas para la cirugía determinate del destino inesperado que se sucitó en ese momento.
Un beso, ese fue el último eslabón en la gran escalera descendente que nos empeñamos tan insistentemente en caminar solos y en la oscuridad; un beso tan diferente a todos los que compartimos antiguamente marcó el inicio del cambio de nuestras vidas; un beso que literalmente fue de muerte.
El proceso estaba a punto de comenzar, pero una duda me invadió enormemente: ¿de verdad lo harías?, te cuestioné, y la seguridad que acompañó tu respuesta me hizo dudar más profundamente.
Antes de que mi consentimiento fuera dado para iniciar la cirugía, introdujiste un instrumento desconocido en mi. no necesité saber su nombre para sentir cómo me desgarraba por dentro. Desde ese instante la agonía comenzó hasta convertirse en un dolor agudo y profundo, tanto como la hemorrágia que lo acompañó.
Con pocas pero decididas fuerzas, tomé un cuchillo casualmente depositado a un costado de la mesa de operaciones, lo encajé en lo más profundo de tu pecho sin dejar de presionar hasta que caíste al suelo, arrastrándome contigo a él.
Con el último impulso de mi cuerpo, casi inerte por la pérdida de sangre, te miré a los ojos con un regocijo jamás experimentado y por primera vez pude decir -eso es lo que te mereces-; tus ojos lanzaron una mirada que no había visto en ti, fue una intersección de súplica y aprobación, una conjunción de terror e ilusión.
Me di cuenta de que nunca pensaste que fuera capaz de hacerte eso, justamente a ti, la persona que me ayudó a cambiar mi vida por completo; que iluso fuiste; no llegaste a comprender que no me conociste como yo a ti, compartimos tantas cosas pero jamás lograste entrar en mi mente, tal vez por eso pensaste en matarme, tal vez creíste que por el amor que sentía iba a dejar que me vencieras, pero te equivocaste fatalmente. Todas esas ideas inundaban mi mente mientras observaba la luz de tus ojos extinguirse, mientras el sentimiento abrazador del amor se iba junto a tu vida.
En el último suspiro que exhalaste pronunciaste las palabras que tantas veces quise escuchar : -te amo-, lástima que llegaron tan tarde. Tras escucharte, lo único que pude hacer fue enterrar aun más el cuchillo hasta sentir que efectivamente habías muerto.
Con la libertad que me proporcionó tu muerte, me recosté en el suelo, en medio del charco de sangre que se encontraba junto a tu cuerpo, y ahí esperé pacientemente a que la poca sangre que aun me quedaba saliera por completo; mientras tanto, abarrotaban mi mente los recuerdos de mi vida junto a ti, y por primera vez pensé en que si todo se hubiera dado de forma diferente, ambos continuaríamos viviendo y tal vez, sólo tal vez, seríamos buenos amigos.
Con esto en mente abandoné el mundo material, un mundo que me demostró con creces que el "hubiera" no existe y que las consecuencias de mis actos se pagan, incluso con la muerte.
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